Reyes
Un vecino del cuarto llevaba esta tarde una bici roja para su hija de siete años. Es un regalo de libro. Una bici roja.
Recuerdo los paseos que tal día como hoy hacía de la mano de mis padres (luces, calles abarrotadas, comercios llenos de juguetes...), esos silenciosos despertares cuando descubría que debajo de mi cama había paquetes llenos de cosas (que la mayoría de las veces no coincidían con lo que había pedido) y a mi madre fingiendo sorpresa por los regalos que recibía.
Luego fui creciendo. Valoré las ventajas y desventajas de confesar que había perdido parcialmente la inocencia. En un acto de pragmatismo infantil, decidí no decir a mis padres que les había descubierto el juego. Los reyes eran los padres, pero no podía romperles la ilusión de regalarme cosas!!!. Todavía aguanté dos o tres años sin que mi orgullo de niño mayor me delatase. Cuando iba llegando la fecha de reyes, me dedicaba a chequear todos los armarios de mi casa. Controlaba las llaves que desaparecían y el tamaño de los amarios a los que pertenecían. Hacía mis cuentas y deducía lo que me iban a regalar. La noche del cinco de enero me hacía el dormido y jugaba a despertarme cuando veía que mi hermano mayor quería poner los regalos debajo de mi cama. A las tres de la mañana, compadeciéndome de él, hacía como que estaba dormido y por fin le dejaba que me ilusionase.
Bueno, ya crecidos, por lo menos queda el recuerdo de una niñez que fue razonablemente feliz. Y no es poco.
Manolo.
1 Comments:
Acertaste.
Besos.
Manolo.
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